Su museo-taller del barrio de
Villa Crespo, donde aún sigue creando y recibiendo visitas numerosas, tiene en
la parte alta de la puerta de entrada una gran gota de acrílico llena de agua y
algunos colores. Desde el frente, sin saber cómo, la fachada de aquella casa
adquiere un color azul, celeste y gris al mismo tiempo. Es el mismo color de
sus ojos, el mismo color de su delantal de trabajo y el de las luces de su
museo cuando lo cruzamos caminando esa mañana. Aquellos metros silenciosos al
lado suyo fueron suficientes para recordar junto a quién caminaba.
Gyula Kosice (Hungría, 1924) fue
un precursor desde bien temprano porque era inevitable. Es que fundar el primer
grupo de vanguardia abstracta en Argentina a los 20 años no fue poca cosa. La
revista “Arturo” de 1944, el grupo Arte Concreto Invención y el movimiento Madí
posicionaron a la Argentina,
desde allí y para siempre, a la par de los centros de arte de Europa y
Norteamérica.
Pero verlo hoy, con sus casi
noventa años, no es solamente estar frente a un precursor sino principalmente
delante de un hombre que ha tenido la necesidad de decir cosas en ciertos
momentos de la historia. Y que todavía la tiene.
Hace unos meses le han dado la
noticia de que se iba a inaugurar una nueva exposición con su obra en el Centro
Georges Pompidou, el sitio más emblemático del arte moderno en París.
GK: Es grandioso. Ningún
argentino ni ningún latinoamericano ha tenido, hasta ahora, una exhibición
personal y tan extensa en ese museo. Va a haber obras de los 40, de los 50 y
obras recientes que pertenecen actualmente al patrimonio del Pompidou. Para mí
es un segundo éxito en Paris porque el primero fue el de allí, mirá ese poster,
en 1960. Ahí expuse por primera vez obras hidráulicas, en la galería Denise
René. Algunas de esas obras las adquirió en su momento el Museo de Arte Moderno
de París. Cuando éste se cerró, y se creó el museo de la Ville de París, le dejó tres
obras al Pompidou.
¿Y cómo es ese Paris de hoy
comparado con el de aquellos años?
GK: No sé. Voy a reconquistarlo
de cualquier manera. Porque se puede escribir mucho sobre mi obra pero lo más
importante es meterse en ella, sino resulta anecdótico. Todo obra debe ser una
creación, no una copia de la realidad: ni una transfiguración ni una alegoría.
Esto ya lo había dicho yo en 1944 en la revista Arturo. Y allí también dije que
el hombre no ha de terminar en la tierra. A partir de eso yo empecé a hacer
maquetas de la “Ciudad hidroespacial”.
El agua apareció en la obra de
Kosice bien temprano, cuando en 1948 hizo “Una gota acunada a toda velocidad”.
Luego vino el plexiglás, las luces de neón, las burbujas, el agua en perpetuo
movimiento, los colores. Hace algunos años atrás, reflexionando en su
“Autobiografía”, Kosice comprendió de dónde provenía aquella obsesión por el
agua y las luces. Recordó, entonces, el primer gran viaje que a los 4 años lo
traería a Argentina desde Kosice, su pueblo natal: un viaje en barco de más de
30 días donde lo único que se podía observar de noche era el agua y las
estrellas.
Hasta aquel momento el agua no
había sido utilizada como elemento estético pero la preocupación de Kosice por
el agua no era solamente plástica. Por ello es que también ha formado parte de
grandes discusiones durante los 70 sobre la utilización y el cuidado de este
elemento. Es el caso de la “Conferencia mundial del agua” en 1977 donde dio una
magistral conferencia al respecto.
Por eso tildar a un hombre de
precursor también puede traer el problema de ver las obras por fuera del contexto
histórico, desligadas del momento en el cual se crea. Y la “Ciudad
hidroespacial” llevó una maduración de años hasta que salió a la luz casi como
una obligación, porque en esos años ya no era el arte lo que importaba sino lo
que éste podía hacer para el mundo.
¿Cómo nació esa “Ciudad
hidroespacial”?
GK: Todo surge de la
sobrepoblación. Te explico: el espacio es infinito, nadie lo ha ocupado salvo a
veces una nave muy pequeña. Cuando dentro de 20 años la población de China, por
ejemplo, sea más grande que su territorio, ¿dónde van a ir? La solución está a 1500 metros sobre el
nivel del mar. La gente cree que esa ciudad es una utopía pero no lo es, es una
realidad. Vos que sos joven lo vas a vivir.
Usted decía en ese manifiesto de
1971 que el modo de construirla era sencillo. Con el solo hecho de dejar de
fabricar armas y de hacer guerras durante un día ese dinero podía ser utilizado
para construir la “Ciudad hidroespacial”.
GK: Sí, pero desde aquel momento
hasta aquí nadie ha dejado de hacerlo sino todo lo contrario. Los países del
este, como Irán o Irak, están haciendo la bomba atómica. Lo que quiero decirte
es lo siguiente. Muchas de mis obras tienen un gran componente de agua. ¿Y qué
es el agua? El origen de la vida, el lugar de donde nacimos nosotros. Tu cuerpo
tiene 70% de agua así como el planeta en que vivimos, que debiera llamarse
Planeta Agua.
Entonces esta nueva visita a su
obra en un museo de esta categoría le da a esas principales problemáticas una
enorme actualidad. Parece como si usted siempre hubiera tenido un contacto con
el futuro, mirando el presente pero también hacia adelante.
GK: Mirá, yo he escrito mucho
sobre el compromiso que debe tener el artista con la sociedad. Tiene que ser un
compromiso total dentro de los cánones sociales. Intervienen ahí la libertad,
la paz, y todos los incidentes que componen lo social. En mi vida he tratado de
corregir al azar. He quedado huérfano de padre y madre de chico, pero tuve que
corregir el azar y seguir adelante. Por suerte me encontré con un libro de
Leonardo da Vinci en sexto grado inferior. Me lo prestó un bibliotecario de la Casa del Pueblo. Me prestaba
un libro por semana y me pedía que le jurara que se lo iba a devolver. Cuando
leí a Leonardo me entusiasmó muchísimo. No las pinturas de él sino los
inventos: los submarinos, los aparatos para volar, los puentes levadizos.
¿Corregir el azar es como querer
controlar el agua como hace en sus obras?
GK: No, vos tenés una obra, la
diseñás y hacés una maqueta. Ves que algo está mal y ya no sirve. Hay que
destruir todo y empezar con la idea adquirida de lo malo que hiciste y corregir
el azar. El automatismo de los surrealistas no vale, el azar sí. Vale porque
está en cada movimiento del ser humano. Pero hay que corregirlo.
¿Y qué se necesita para
corregirlo?
GK: Pasión, mucha pasión. Cuando
vos, por ejemplo, elegís una forma de dicción en el universo. Si sos periodista
y lo hacés con pasión, vas a ser un gran periodista. Pero te tenés que avocar
solamente a los cánones del periodismo. Y eso mismo pasa en el arte.
Aquella pasión le permitió a
Kosice mantener sus pensamientos sobre el arte y sobre la poesía por sobre
muchas circunstancias que podrían haberlo obstaculizado. Recordará aquel
encuentro difícil con Joaquín Torres García, cuando le llevó con entusiasmo su
primera escultura móvil “Röyi” y el legendario vanguardista uruguayo señaló:
“Esta obra no tiene porvenir”. O también sus largos años de fabricante de
carteras en una pensión de Buenos Aires mientras planeaba exposiciones en
Europa y convivía con sus primeras obras, con sus primeros poemas, con sus
primeros manifiestos.
Mencionaba usted la necesidad de
compromiso en el arte. ¿Hoy en día sigue siendo necesario?
GK: Yo he tenido la suerte de
poder entrevistar y trabar amistad con innumerables personalidades como Sartre,
Malraux, Le Corbusier, durante mi estadía de una década en París. Y el arte
debe seguir teniendo compromiso, ¿sino por qué hago yo esto si no es para
equilibrar? Sobre todo pensando en los monumentos que he hecho. Como el de la
democracia aquí en Buenos Aires o el de la cultura en La Plata.
Cuando Kosice inauguró el
Monumento de la Cultura
en La Plata en
1982 leyó un texto soberbio, de denso compromiso: “La crisis energética, la brusca fractura de los valores y las verdades
entendidas, los desequilibrios
ecológicos que amenazan al planeta, los paraísos tecnológicos y también los infiernos desencadenados por
la era posindustrial exigen de
nosotros nuevas y audaces concepciones”. Aquel Kosice era el mismo que había
visto en Sartre a “un hombre que hizo retroceder el miedo” y el mismo que
durante el peronismo fue vapuleado junto a su grupo de vanguardia por el
Ministro de Educación Ivanissevich, catalogado como “arte abstracto, arte
morboso, arte perverso”, y que estuvo preso tres días en el presidio de la
calle Las Heras: “Me tragué tres días ahí sin poder dormir bien. Pero eso fue
cuando yo era el editor de la revista “Arte Madi Universal” donde recibíamos
colaboraciones de todas partes del mundo. Y se enteraron, no se cómo, me
siguieron desde una imprenta de donde salía yo, en el Once porque era la más
barata que conseguimos, hasta mi casa y me llevaron... dos tipos. ¿Sabes quien
me sacó? La
Sociedad Argentina de Escritores. Ellos me conocían porque yo
ya tenia unos libros de poesía publicados”
Es ese compromiso el que tuvieron
las vanguardias artísticas del siglo XX, el mismo que los empujaba a querer
hacer estallar el arte y expandirlo por la vida.
En el texto sobre la Ciudad Hidroespacial
dice que es necesario un arte de todos y no para todos. ¿Qué diferencia hay
entre una cosa y la otra?
GK: La apropiación y la estima.
Una alta estima de cada uno es muy buena. Un ego desaforado es una enfermedad.
El ego mata, la estima no.
¿Y eso puede trasladarse a la
observación artística?
GK: Sí, muchas veces pasa que
uno, envalentonado por lo que puede hacer a través de las convicciones que
tiene, embebido en eso, genera un correlato de mucha importancia.
Y en parte esa intención de
extender esa apreciación del arte fue el objetivo de Madi en el principio, ¿no?
GK: Madí lo que quiso hacer
justamente fue la separación de toda otra referencia a la realidad figurativa.
La palabra “creación” ya lo dice.
¿Y cuáles son las ventajas de
eso?
GK. Las ventajas son que vos ves
una obra “creada” y te das cuenta de la diferencia con otro tipo de obras. Una
creación total es inédita, no se conoció antes, no se vio en el mundo antes.
Mirá esa obra, levantate y mirala. Ahora prendé el interruptor. ¿Lo viste
alguna vez? Esa es la realidad de las obras, todas las obras son creaciones
totales.
¿Por eso es que se parece tanto
su arte a la poesía?
GK: Sí, completamente. Yo fundé
Madí, en ese momento en que leí el manifiesto allá en el fondo de la Galería van Riel, y decía
que Madí debe ser también poesía, danza, arquitectura.
Madi, el arte en general, ¿puede
cambiar el mundo?
Por un momento Gyula hizo un
silencio y dejó de responder con tanta convicción. Sus ojos dudaron y volvió a
mirarme.
GK: Te diría que lo puede
poetizar.
¿Cómo?
GK: Simplemente viendo obras de
arte creadas, así se poetiza el mundo. Y después viene la celeridad y la paz.
Ese es el estado en que no hay guerras ni revoluciones, nada. Yo creo que eso
el arte puede alcanzarlo.
Un murmullo ascendía desde la
parte principal del museo-taller casi en el mismo momento en que pronunció
estas últimas palabras. Eran pequeños gritos de sorpresa y el retumbar de pasos
cortos que parecían estar corriendo. Pero de pronto se tranquilizaron. Al salir
de allí, atravesando todas las salas del museo, observé que en el piso y
solamente iluminados por las luces de sus obras, más de veinte chicos con
guardapolvos de jardín levantaban el mentón y convertían sus ojos en burbujas.
Querían hablar, querían preguntar, querían contar. La poesía estaba ocurriendo
allí, entre las obras de Kosice y las manos alzadas de esos niños. Volví a ver
esa gota que cuelga de la puerta y recordé aquello que escribió Kosice: “Me
envuelve el júbilo de permanecer como
una gota de agua en la caudalosa corriente de la memoria colectiva”.
Entonces me fui satisfecho, confiado en que lo que dejaba detrás no eran tan
sólo obras de arte sino un hermoso futuro.